La Península de Snaefellsnes, en el oeste de Islandia, es conocida por ser el escenario de la novela “Viaje al Centro de la Tierra” de Julio Verne. Sus características son imponentes: vistas de colores dramáticos (negro, blanco, verde, marrón), poblados muy pequeños, montañas gigantescas y avistamientos de glaciares en el camino.
Amaneciendo en el pueblo pesquero de Hellnar
Cuando uno visita una ciudad o un país por poco tiempo, es recomendable establecer que se quiere conocer, para no perderse nada en el camino. Sin embargo, uno de mis elementos favoritos de los viajes es la espontaneidad. A veces, por más que planees tu ruta, pasan cosas inadvertidas. Y estas situaciones inesperadas comúnmente resultan en los mejores recuerdos del viaje. Esto nos sucedió el día de ayer, cuando decidimos recorrer la Península de Snaefellsness en automóvil.
Nos levantamos y comenzamos en Hellnar, pueblo de pescadores que hoy en día atrae a viajeros por sus oscuras formaciones rocosas en la orilla del mar. Las cuevas y playas negras y grises son un inesperado espectáculo natural. Además, hay un café en el pequeño pueblo, en donde la sopa de pescado es bastante reconocida en los alrededores.

Saliendo de Hellnar, visitamos las hermosas cascadas de Kirkjufellsfoss. Alrededor se pueden observar varias montañas, como se puede ver en las imágenes de este post:


Lo imprevisto: se descompone el auto
Al salir de Kirkjufellsfoss, los frenos del coche comenzaron a responder lentamente. Era difícil frenar. Esta situación nos dio un susto, por lo que paramos y nos dimos cuenta que teníamos una pequeña fuga en el líquido de los frenos. No era una buena idea continuar manejando, por lo que llamamos a la compañía que nos rentó el auto, y un hombre del personal dijo que vendría a cambiarnos el coche en 3 o 4 horas. Decidimos parar a esperarlo en el poblado más cercano: Grundarfjodur. Mis compañeros de viaje se sentían bastante frustrados ya que este incidente arruinaba nuestra ruta planeada.
Resultó que la espera se convirtió en una de las mejores oportunidades para conocer el pequeño poblado islandés. Comenzamos visitando la iglesia principal, pintada de blanco con techos rojos y cúpula azul. Después fuimos a un pequeño café llamado Emile Koffi, y probamos el típico manjar islandés “pastel de casamiento” (marriage cake). Delicioso ruibarbo (apio ácido rosáceo) y granola.



En Grundarfjodur hablamos con algunas personas del pueblo, quienes nos explicaron un poco más sobre el sistema educativo y de salud en Islandia, y las comidas típicas que debíamos probar. También aprendimos algunas frases útiles como “góðan daginn” (buenos días) y “verði þér að góðu” (buen provecho).
Al salir del café, continuamos caminando por el pintoresco pueblo, observando los antiguos barcos del puerto, y caminando entre las casas blancas y grises, con techos de colores. En lo que esperábamos, decidimos buscar un lugar para cenar. También aprendimos una oda local dedicada al café, observando el atardecer en el puerto de Grundarfjodur:
“El café me hace feliz,
El café despierta mi espíritu,
El café me da poder,
El café asusta al sueño que me da durante el día”

Al final del día, obtuvimos un auto y regresamos al lugar en donde nos estábamos quedando, cerca de pueblo de Borganes. Definitivamente el “pueblear” por varias horas en Islandia, sin prisas y sin planes, fue una de mis experiencias favoritas de este viaje.
¿Te gusta planear minuto a minuto las rutas de tus viajes? ¿O prefieres ser espontaneo(a) y experimentar un lugar sin ruta establecida?
Están lindas las fotos y las descripciones bastante detalladas. Parece por lo que dices que la isla es algo nostálgico o hasta triste. Cómo que no se ve mucho sol en las fotos y no es como una isla en el Caribe que es full sol con colores bien brillantes. Que sensación te daba estar allí? Te sentías feliz de la vida? Pensativa? Triste? Y cómo te parecía la gente? Está feliz? Son como los mexicanos? O más reservados? Se me hace que el clima debe impactar en su forma de ser, no?