Hace una semana presencié uno de los fenómenos migratorios de insectos más bellos de todo el país, mismo que traspasa fronteras: el sutil revoloteo de millones de mariposas monarcas, muy cerca de Valle de Bravo, Estado de México.

Para llegar al santuario Piedra Herrada uno tiene que caminar, o bien andar a caballo, entre un espeso bosque. El aire cambia, se vuelve dulce. La frescura proveniente de los árboles lo inunda a uno, misma que lo hace seguir adelante sin esfuerzo. Poco a poco las mariposas comienzan a rondar, cada vez más y más. Se sabe que son alrededor de 3 millones de ejemplares los que llegan al santuario. No me sorprende, ya que al llegar al corazón del lugar, miles de mariposas se encuentran anidadas: unas pegada a otras para conservar su calor. El escenario se vuelve maravilloso y uno se siente parte de esa danza anaranjada, en donde las mariposas llevan los tambores al compás de sus alas.
Hace dos años escribí un articulo sobre este fenómeno para Global Voices. Recuerdo que recibí muchos comentarios. La gente intentó plasmar su admiración al ver el jugueteo de las mariposas. Yo lo imaginaba, sin embargo, ahora que lo he presenciado puedo asegurar que los videos no logran replicar la majestuosidad de este evento y sin embargo, les dejo el mio, mismo que intenta sumergirlos a este místico mundo, por lo menos por unos segundos:
Además de la importancia natural de este fenómeno, lo que más me sorprende es la relación que el pueblo mexicano le da con el tan celebrado Día de los Muertos. Para llegar a la reserva tuvimos que tomar un taxi local, a lo que en el recorrido el taxista comentó que aún mucha gente cree que las mariposas son las almas de sus difuntos, que vienen en la temporada de muertos (llegan a finales de octubre, principios de noviembre). Esta creencia viene del pueblo indígena mazahua, quienes aseguran que son sus seres queridos quienes vienen en forma de mariposa para disfrutar de las ofrendas que gustosamente les colocan año tras año.
Una experiencia inolvidable, que recomiendo a todos aquellos que tengan la oportunidad de visitar el centro de México en temporada invernal. Unas horas para alejarse del ajetreo de la ciudad, dedicadas a acercarse a la naturaleza y de la misma manera, a uno mismo.
(Andrea Arzaba, Marzo 2013)
Ahora entiendo por qué me viene una sensación nostálgica cuando veo una mariposa, monarcas o de cualquier tipo.
Todavía cuando leo este post me sorprende que hayamos ido al mismo lugar en el mismo tiempo antes de que nos conocimos. Hemos visto las mismas mariposas o a lo mejor nos intercambiamos las vistas o sinrisas sin saber que van a pasar solo unos dias hasta que hicieramos amigas. Esto se llama destino.